Ahora que nos contamos

Vivimos un momento único para el cuento. La blogosfera nos acerca y cada vez somos más los que participamos en esta vorágine de lecturas. Nos leemos y comentamos. Aquí encontrarás textos para la reflexión y mentiras, muchas mentiras adornadas de realidad...

También he querido hacer mi pequeño homenaje a esos autores a los que tanto debemos, su influencia pesa sobre nosotros y nos hace crecer.

Puedes participar con tus comentarios si lo deseas porque, ahora que nos contamos tantos cuentos..., es el momento.

Espero que el resultado valga la pena y que te sientas a gusto entre estas páginas.

19/4/20

Días inciertos



Después de tanto tiempo sin escribir en estas páginas. Ahora vuelvo. Quizá es que tuve que parar y que ahora es el momento. No sé.  En estos días, por supuesto, tenemos mucho tiempo para la reflexión. Se escriben muchas reflexiones sobre lo que estamos viviendo. Es normal, la gente habla o escribe sobre lo que ve, siente, le preocupa o simplemente le ocurre porque tiene que exteriorizar lo que no controla, lo que le supera. Es bueno, es terapéutico desahogarnos. En estos momentos estamos viviendo una pesadilla sin precedentes. Algo que no hubiéramos nunca imaginado que pudiéramos vivir. Nos encontramos encerrados en nuestras casas oyendo día tras días mensajes contradictorios; oyendo día tras día, que la pandemia se va extendiendo cada vez más por nuestro planeta y que somos incapaces de controlar (espero que de momento); viendo como nuestra economía comienza a sufrir unos efectos que, presuponemos, serán catastrófico y sin saber cómo ni de qué manera volveremos a una normalidad que no será normalidad hasta quién sabe cuándo...
No sabemos cuánto tiempo seguiremos de cuarentena, ¿cómo es posible que haya pasado esto? Parece del todo irreal y mientras tanto... Nos ayudamos los unos a los otros porque todos estamos metidos en esto y cuando se acerca el peligro nos aflora la solidaridad. Nos acordamos de familiares y amigos y queremos saber de ellos. Nos llamamos, nos escribimos, nos preocupamos los unos por los otros. Hacemos videoconferencias y nos sentimos más cerca de nuestros seres queridos. Buscamos formas para entretenernos y matar las horas (que sorprendentemente le siguen faltando al día) ayudados por tanta opción que no somos capaces de abarcar. Los cantantes dan conciertos, los escritores clases en las que enseñan técnicas, podemos ver museos en nuestros ordenadores, descargarnos libros gratuitos etc. La opción es muy amplia y cada tarde a las ocho en punto salimos al balcón a aplaudir a los sanitarios que lo están dando todo, que están en primera línea, que viven la locura de primera mano, no puedo evitar emocionarme. Pero también me acuerdo de los biólogos que trabajan contra reloj para conseguir una vacuna que llegará, en el mejor de los casos, dentro de un año; y de toda la gente que simplemente no puede dejar de trabajar porque son imprescindibles: los empleados de supermercados, los encargados de la limpieza, los policías, la guardia civil, los militares… Todos ellos hacen una labor increíble y merecen nuestro respeto y nuestros aplausos. Nosotros, los que estamos en casa, tenemos mucho tiempo para la reflexión y vemos los días pasar en este escenario inverosímil. En mi caso, desde el principio de la cuarentena me planteé hacer muchas cosas… Pero la realidad es que el bloqueo lo abarca todo. Me siento bloqueada y no soy capaz de concentrarme mucho tiempo.
En estas reflexiones que nos concedemos ponemos de manifiesto todo lo que vemos a través de nuestras ventanas: como el planeta comienza a rebajar los índices de contaminación; como los animales parecen más libres sin nosotros, ahora que somos nosotros los que no tenemos libertad, y salen a las calles despobladas. Nos planteamos qué es lo realmente importante en la vida, cuáles son nuestras prioridades, con quién merece o no merece la pena estar… Tantas cosas que quizá y solo digo quizá, puede que le estemos dando una magnitud que en circunstancias normales no le daríamos porque la realidad es que solemos vivir sin pensar demasiado. La vida son momentos, y lo que hoy es importante, mañana deja de serlo. Quizá cuando todo esto acabe, cuando la locura nos dé un respiro y podamos volver a la calle, a nuestras vidas, habremos aprendido algo. Puede que seamos más solidarios, que tengamos las cosas un poco más claras, que sepamos discernir entre lo que queremos y lo que no queremos y lo logremos llevar a la práctica, que valoremos también lo que tenemos y aprendamos a vivir más en armonía con todos y todo. Pero también puede que solo nos dure el efecto un tiempo y después nos olvidemos de todo y volvamos a ser los  de siempre y a pensar en nosotros mismos como si no hubiera un mañana.  
Seguramente si hubiera imaginado una situación comparable a la actual y la hubiera plasmado en un relato alguien me hubiera dicho que no era creíble (por mucho menos me lo han dicho). Bueno, como ciencia ficción quizá lo hubiéramos podido contemplar, pero no lo podríamos haber imaginado en un escenario real.  Por desgracia, una vez más, la realidad supera la ficción.
Sin embargo, no quiero hacer de este blog un escenario para mis reflexiones y sí que siga siendo un blog de relatos. Por eso en esta cuarentena os traigo un relato esperanzador. Espero que os guste y que en cualquier caso me deis vuestra opinión, tan beneficiosa siempre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario