Después de tanto tiempo sin escribir en estas páginas. Ahora vuelvo. Quizá es que tuve que parar y que ahora es el momento. No sé. En
estos días, por supuesto, tenemos mucho tiempo para la reflexión. Se escriben muchas reflexiones sobre lo que estamos viviendo. Es
normal, la gente habla o escribe sobre lo que ve, siente, le preocupa o
simplemente le ocurre porque tiene que exteriorizar lo que no controla, lo que
le supera. Es bueno, es terapéutico desahogarnos. En estos momentos estamos
viviendo una pesadilla sin precedentes. Algo que no hubiéramos nunca imaginado que
pudiéramos vivir. Nos encontramos encerrados en nuestras casas oyendo día tras
días mensajes contradictorios; oyendo día tras día, que la pandemia se va
extendiendo cada vez más por nuestro planeta y que somos incapaces de controlar
(espero que de momento); viendo como nuestra economía comienza a sufrir unos
efectos que, presuponemos, serán catastrófico y sin saber cómo ni de qué manera volveremos a una normalidad que no será normalidad hasta quién sabe cuándo...
No
sabemos cuánto tiempo seguiremos de cuarentena, ¿cómo es posible que haya
pasado esto? Parece del todo irreal y mientras tanto... Nos ayudamos los unos a
los otros porque todos estamos metidos en esto y cuando se acerca el peligro
nos aflora la solidaridad. Nos acordamos de familiares y amigos y queremos
saber de ellos. Nos llamamos, nos escribimos, nos preocupamos los unos por los
otros. Hacemos videoconferencias y nos sentimos más cerca de nuestros seres
queridos. Buscamos formas para entretenernos y matar las horas (que
sorprendentemente le siguen faltando al día) ayudados por tanta opción que no
somos capaces de abarcar. Los cantantes dan conciertos, los escritores clases
en las que enseñan técnicas, podemos ver museos en nuestros ordenadores,
descargarnos libros gratuitos etc. La opción es muy amplia y cada tarde a las
ocho en punto salimos al balcón a aplaudir a los sanitarios que lo están dando
todo, que están en primera línea, que viven la locura de primera mano, no puedo
evitar emocionarme. Pero también me acuerdo de los biólogos que trabajan contra
reloj para conseguir una vacuna que llegará, en el mejor de los casos, dentro
de un año; y de toda la gente que simplemente no puede dejar de trabajar porque
son imprescindibles: los empleados de supermercados, los encargados de la
limpieza, los policías, la guardia civil, los militares… Todos ellos hacen una
labor increíble y merecen nuestro respeto y nuestros aplausos. Nosotros, los
que estamos en casa, tenemos mucho tiempo para la reflexión y vemos los días
pasar en este escenario inverosímil. En mi caso, desde el principio de la
cuarentena me planteé hacer muchas cosas… Pero la realidad es que el bloqueo lo
abarca todo. Me siento bloqueada y no soy capaz de concentrarme mucho tiempo.
En
estas reflexiones que nos concedemos ponemos de manifiesto todo lo que vemos a
través de nuestras ventanas: como el planeta comienza a rebajar los índices de
contaminación; como los animales parecen más libres sin nosotros, ahora que
somos nosotros los que no tenemos libertad, y salen a las calles despobladas. Nos
planteamos qué es lo realmente importante en la vida, cuáles son nuestras
prioridades, con quién merece o no merece la pena estar… Tantas cosas que quizá
y solo digo quizá, puede que le estemos dando una magnitud que en
circunstancias normales no le daríamos porque la realidad es que solemos vivir
sin pensar demasiado. La vida son momentos, y lo que hoy es importante, mañana
deja de serlo. Quizá cuando todo esto acabe, cuando la locura nos dé un respiro
y podamos volver a la calle, a nuestras vidas, habremos aprendido algo. Puede
que seamos más solidarios, que tengamos las cosas un poco más claras, que
sepamos discernir entre lo que queremos y lo que no queremos y lo logremos
llevar a la práctica, que valoremos también lo que tenemos y aprendamos a vivir
más en armonía con todos y todo. Pero también puede que solo nos dure el efecto
un tiempo y después nos olvidemos de todo y volvamos a ser los de
siempre y a pensar en nosotros mismos como si no hubiera un mañana.
Seguramente
si hubiera imaginado una situación comparable a la actual y la hubiera plasmado
en un relato alguien me hubiera dicho que no era creíble (por mucho menos me lo
han dicho). Bueno, como ciencia ficción quizá lo hubiéramos podido contemplar,
pero no lo podríamos haber imaginado en un escenario real. Por desgracia, una vez más, la realidad
supera la ficción.
Sin embargo, no quiero hacer de este blog un escenario para mis reflexiones y sí que siga siendo un blog de relatos. Por eso en esta cuarentena os traigo un relato esperanzador. Espero que os guste y que en cualquier caso me deis vuestra opinión, tan beneficiosa siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario