Con trazo firme y decidido comenzó a dibujar el
contorno, después le dio la forma y más tarde lo coloreó. A la hora de la cena
ya lo tenía acabado. Sus cuadros eran hermosos, siempre se lo decían pero no
podía vivir de ellos, la gente no pagaba lo que valían. Después de cenar se
quedó dormido en el sillón y esa noche tuvo pesadillas. Soñó que su casa se
abría. Apareció un agujero gigante en la planta de arriba y si se acercaba a él,
podía ver la planta de abajo. Decidió que viviría evitando aquél peligro, si lo
conocía no caería en él. Pero el sueño se hizo angustioso. Quiso despertar y cuando
logró tranquilizarse se dijo que no tenía por qué temer nada, simplemente era
un sueño, él podría seguir con su vida.
Abrió las ventanas y dejó entrar la luz que se
proyectó directamente sobre la figura de la mujer que horas antes había
pintado. La luz le cegó y cuando quiso mirar de nuevo el lienzo solo encontró
el contorno perfectamente delineado de una mujer que a su paso había desgarrado
la tela. Miró a su alrededor con el ansia de encontrar a aquella perfecta mujer
que había creado, pero ya era tarde. La mujer corría veloz en busca de su
libertad y él no pertenecía a su mundo, aún.
Un relato lleno de simbolismo, Yolanda, me gusta mucho.
ResponderEliminarUn beso y abrazo.
Gracias, Carmen, me alegro mucho de que te guste.
ResponderEliminarUn besote.